miércoles, 31 de octubre de 2007

Capítulo XI : Así es la vida después del Amor

 

Y así después de todo y de todos, así es la vida después del Amor.

A ese amor, cuyo emisario -el corazón- es como un toro salvaje sin control. Embistiendo contra todo, contra todos y contra mi mismo. A ese amor, aprendo a no hacerle caso.

Ahora tengo 30 años, Y veo el mundo con ojos diferentes. Todo me parece nuevo, diferente como lo verìan por primera vez los ojos de un niño, con colores más vivos, después del Amor.

Son las 9:30 de la mañana. Hace 20 minutos mientras praparaba mi desayuno, cantaba y al mismo tiempo sonreía. Un paso titanico para mi, por que desde hacia años que no lo hacía.

Estoy sentado en la mesa del comedor, y frente a mi tengo servida en un plato, una gelatina de limón. Y me parece tan verde como una esmeralda, tan fresca, transparente, y viva. Como si la viera por primera vez.

Desde la mesa puedo ver a través de la ventana. Afuera hay un cielo color azul rey, limpio y profundo, enorme y sin fin. Aún sin asomarme hacia afuera puedo sentir al viento fresco, frìo y renovador de septiembre golpeandome la cara , jugando con mi pelo.

Las hojas del árbol de eucalipto en la calle, afuera de mi casa, y que puedo ver a través del ventanal se arrebatan de alegría movidas por el viento, sin que parezca que se vayan a dejar de agitarse jamás.

Tranquilidad, serenidad, paz mental.

Y si tù quieres, dejar de ser masoquista.

Pienso que mi vida ha sido como comer directo de un árbol de naranjas saliendo de mi pecho, al inicio fueron agrias, por ser las primeras. Pero ahora vienen las más dulces, que poco a poco han madurado, al trascurrir el tiempo.

Hace un año exactamente, decidí morir. Pero ahora hay algo que constantemente me esta llamando a través del universo. Algo que mi corazón con sus latidos no me dejaba escuchar nítidamente . Y creo que soy yo mismo. Y como es un sonido hipnotizante, la muerte puede esperar.

Una mañana de mayo, en mis manos descubrí la furia y el trabajo duro de mi padre, en mi corazón el amor y el miedo de mi madre, Y en mi pensamiento los consejos y las experiencias dictadas y grabadas a fuego por filósofos muertos.

¿Y donde estaba yo?.

Y empezó una larga y encarnizada batalla entre mi mente y mi cuerpo, mis deseos y mi espíritu, mi corazón y mi lengua. Una confrontación tan antigua y primitiva como la eterna batalla entre la arena y el mar, el viento y el fuego, lo santo y lo blasfemo, lo directo y lo errático, la bala y la carne, el hermano contra el hermano.

Y mi Alma era el campo de batalla donde se enfrentaron tan terribles ejércitos.

Ahora todo ha terminado. Me siento como el guerrero de la antigüedad al final de la batalla. Con el cuerpo lleno de heridas abiertas, y a punto de cerrarlas yo mismo con aguja e hilo de cáñamo.

Como tantas veces hice por los demás.

Poco a poco sin darme cuenta me doy cuenta de que todo lo que antes he escrito se ha vuelto realidad. Y no me asusta ya. Otros no me creen que asi sea, pero desperdician su propia energìa mental leyendo manuales de filosofìa para aprender a hacerlo.

Les va a tomar algo de tiempo aprender.

Poco apoco, durante todo este tiempo que ahora se me antoja que fue eterno, me he encontrado a mi mismo debajo del niño, debajo del hombre, debajo del miedo a mis propios pensamientos y palabras.

Me he encontrado debajo del cielo nocturno, cuajado de estrellas brillantes y eternas que parece que están a punto de caer sobre mi, a mi alrededor como polvo de diamantes.

Me he encontrado caminado descalzo sobre la hierba con el color del pasto en mi nariz.

Solo el sol moviéndose en el cielo entiende como me siento, los pájaros volando alto entienden como se siente, y el río que corre sin parar, todos ellos saben lo que se siente ser libre.

De pensamiento, palabra, obra y omisión.

Y ahora, en contra de todos y de todo decido no apostarle en el futuro a la furia o al trabajo de mi padre, al amor o al miedo de mi madre , ni a las palabras sin vida de filósofos sin nombre.

No quiero caminar ya junto a los fantasmas de los muertos, sino a un lado del espíritu de mi pasión.

Y yo sé que dentro de las reglas de la autosuperación, y tal vez de la bella indiferencia, pareciera que estoy exagerando al pensar que estoy salvando mi propia vida . Pero no creo que sea exagerado salvar la vida de alguien que ha llorado, que se ha asustado, que ha aprendido a dejar ir, que ha tuvo que huir con la cola entre las patas, como los perros.

Después de tantas cosas tan malas que le han pasado ¿No creen que es la clase de persona que se merece ser ayudado por mí?.

Mientras introduzco mi dedo en la gelatina de limón y antes de llevar el sabor a mis labios y mi boca, me doy cuenta de que todo va a salir bien. Y -cosa rara para mi-, por primera vez en mi vida lo creo de verdad.

Algunas veces cuando nos perdemos en el miedo y la desesperación, la rutina y la falsa seguridad de lo cotidiano, en la pèrdida de la esperanza y en la tragedia. Podemos encontrar amor por nosotros mismos, en nosotros mismos, o podemos encontrar serenidad en el color verde esmeralda de las gelatinas de limón, en los cielos color azul profundo salpicados con nubes que parecen de algodón, y en la danza misteriosa y pagana de las hojas verdes del eucalipto arremolinadas por el viento frio de la mañana, o en cantar una canción alegre mientras preparamos el desayuno. O en sonreír sin tener un motivo aparente.

Afortunadamente cuando no tenemos a la mano limones, gelatinas de limón, o árboles de eucalipto. Podemos encontrar sosiego en el toque de una mano familiar en nuestra piel,o en un gesto de amabilidad , o en un abrazo desinteresado, o en una oferta de consuelo en silencio.

Sin dejar de mencionar: una sonrisa frente al espejo, unos zapatos cómodos, en una bocanada de aire limpio, en la sensación del viento fresco en la cara, en susurrar palabras en el oído de alguien querido muy a pesar de lo que digan todos los filòsofos de la nueva era...

Hay que recordar que todas esas cosas, que a veces no notamos , que son ya cosas cotidianas en nuestras vidas , y que tomamos en cuenta solo como simples accesorios. Están ahí con un más alto y enorme propósito, y ese es el de alegrar nuestra vida.

Ya sé que la idea suena muy extraña. Pero estoy seguro de que así es.

Y también sé, que esta es la parte de la película en la que mientras me como lentamente mi gelatina de limón, la cámara se aleja lentamente de mi cara. De mí.

Y antes de que la cámara esté muy lejos, miro directamente al lente, directo a tus ojos, lector.

Y sin separar los labios...sonrío con la boca y con los ojos. Por que sé que todo va a salir bien.

Viviendo la vida que hay después del Amor.

 

- El Alquimista Impaciente.

1 comentario:

Anktsunamunh dijo...

Gracias Álvaro, mi pluma favorita. Como tú sabes, hace rato que este visitante se encuentra atolondrado por los incesantes pero bienvenidos aguijoneos del amor, sin ánimo alguno de salir a respirar. Aún así me resulta muy grato recordar el contagio de la autocura que viene al salir de aquél vado y recordar que hay vida después del amor. Gracias por escribir. Los meses son largos y 31 días no bastan para digerir tus líneas tras saborearlas mientras el corazón busca con ansia leer lo que vendrá, pero la droga que se precie de serlo trabaja así, y eso me gusta. Te mando un abrazo y un susurro lento, salido del corazón, pensado y pintado en sangre, que dice te quiero.